Muchas veces la tarea del investigador gastronómico es llevar al límite las cosas. Generar nuevos pensamientos que la mayoría de las veces son incomprendidos al principio, pero que tras la fuerza de la voluntad, la sinceridad de su trabajo, y la vocación para continuar expandiendo las fronteras del conocimiento lo hacen asequible para más personas con el paso del tiempo.
Cuando se ofrecen los primeros resultados de una investigación siempre serán motivo de crítica, de señalamiento por parte de otros investigadores, y a veces hasta de obstáculos por parte de quienes no creen en la fuerza de la investigación. Sin embargo, el investigador debe acostumbrarse que la mayoría de las veces se trata de tomar una idea que otros creen imposible y llevarla al mundo de la realidad.
Hacer posible una idea que otros consideran absurda no se trata de necedades absurdas o de generar peleas con los detractores, se trata de invertir cientos –literalmente cientos- de horas de trabajo más a algo que para muchos podría parecer fuera de lugar. Como en la vida, la diferencia entre la palabra imposible y posible son dos pequeñas letras que deben derribarse con trabajo, pasión, vocación irrenunciable y fe constante en lo que se puede lograr.
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