Cuando en la universidad, escuela o restaurante nos plantean comenzar una investigación generalmente parece que se coloca un reto mayúsculo que podría sonar inalcanzable; parece que mandan al cocinero a una Cruzada sin armas y a veces casi sin objetivos determinados. Como cualquier profesión, en la Investigación Gastronómica se debe tomar un tiempo para saber por dónde se tiene que comenzar a investigar.
Lo primero es plantear una serie de dudas, problemáticas a resolver, ideas específicas y hasta ilusiones que se tengan en cocina por parte de los chefs responsables o el departamento de I+D (Investigación y Desarrollo) para después seleccionar cuáles son las que se tienen que someter a investigación, y cuáles pueden quedar guardadas como posibles ideas. Esto se llama priorizar.
Después, y ya que el equipo está listo para comenzar a hacer investigación, se plantean las principales rutas de acción, que pueden ir desde la Documentación de Campo, la Documentación Bibliográfica o la directa experimentación en un laboratorio de acuerdo a las necesidades que se tenga para investigar.
Sin importar cuál es la ruta que se decida, lo más importante es recordar que la investigación se hace de forma disciplinada, pacientemente, sin prisas, con una inversión alta de tiempo para experimentar y recabar información y con la inversión financiera necesaria para que el investigador se encuentre en un ambiente propicio para la generación de conocimiento.
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